Mucha discusión arrebata nuestros
sentidos luego de la llamada “final del mundial”. Que si Messi es
mejor o peor que Maradona, que si no estuvo a la altura, que si “nos”
defraudó, bla, bla, bla...
Recién en el 26 de octubre del 2005,
se promulgó la ley 26.061 de Protección Integral de Derechos de
Niñas, Niños y Adolescentes en la República Argentina. Casualmente
desde ese año Lionel Messi es además de argentino, ciudadano
español. En la temporada 2004-2005 debuta como el jugador más joven
en la Primera División de la Liga Española jugando para el
Barcelona.
Rondando el fin del milenio, Messi se
traslada a vivir a España con toda su familia, ya que el Barcelona
le prometió costear su enfermedad con la obvia condición de
ficharlo para el club.
Cientos de niños son cooptados por
clubes de diferentes partes del mundo para convertirlos en jugadores
de fútbol. Nadie por estos días de tanto alboroto por la eficacia o
no de los jugadores del seleccionado se puso a pensar en los derechos
de los niños. Nadie. No nos importa el peso que significa para un
chico de 12 o 13 años dejar su país para probar suerte, (no sólo
en el exterior, sucede aquí también) y convertirse en un gran
jugador que gane mucho dinero y pueda así no sólo asegurar su
futuro económico sino también el de toda su familia.
La hiperexplotación infantil se da
vergonzosamente en las fábricas de Nike, sin que aparentemente nadie
pueda detenerlo. Pero esa explotación no es privativa de los
asalariados más pobres, también se da en las altas esferas, se da
con estos atletas jóvenes que luego son estrellas y también
perseguidos por las empresas para que sólo usen sus logos y no osen
llevar ni una mínima marca de otra empresa (que valga el último
“enojo” de Nike con Messi como ejemplo patético). Explotados
muchas veces por sus propias familias, luego por los clubes de
fútbol, luego por las poderosas multinacionales y finalmente por
frustrados comentaristas y discutidores sin carnet que pululan por
doquier y pretenden también que esos niños hiperexplotados del
nuevo milenio sean sostén del estado de ánimo de miles de
argentinos que no tienen nada más importante en la vida que
alegrarse si estos muchachos convierten o no un gol en un partido de
fútbol, si ganan o no un torneo.
En la metáfora de Lionel, (más allá
de no conocer los pormenores de su traslado a España, ni saber nada
de la relación con sus padres) creo que sería bueno, recordar uno
de los artículos de la ley 26.390 promulgada el 24 de junio de 2008
(el día que Messi cumplía sus 21 años y ya era considerado el
mejor jugador del mundo): “Queda
prohibido el trabajo de las personas menores de dieciséis (16) años
en todas sus formas, exista o no relación de empleo contractual, y
sea éste remunerado o no”.
Sirva entonces este artículo como la
promulgación de los Derechos de Messi.
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